VESTIMENTA DE MARÍA SANTÍSIMA DE LA ESPERANZA PARA EL JUEVES SANTO

ESTE AÑO DESTACA EL TOCADO CONFECCIONADO CON UN ENCAJE PUNTO DE INGLATERRA DE MEDIADOS DEL SIGLO XIX

La vestimenta de las imágenes es un arte efímero, qué duda cabe. Requiere de un don previo y de centenares de horas de preparación y dedicación; cada pliegue es una oración, cada blonda una plegaria. En el caso de nuestra Virgen de la Esperanza, las camareras y el vestidor -Juan Francisco Leiva Aguilar – emplean un tiempo que se nos antoja incontable para que la Reina de nuestros corazones luzca ante su pueblo – una vez tras otra – de manera espléndida. Este Jueves Santo, no es una excepción. Toda la cofradía, toda la ciudad, os está agradecida por vuestro trabajo entre bambalinas, por vuestro conocimiento, entrega y delicadeza.

Desde el pasado lunes 3 de abril la Virgen de la Esperanza entronizada luce el vestido que bordara Esperanza Elena Caro en 1969, la saya que siempre provoca elogios por la maestría en su ejecución, por su sabor en los oros y las sedas y por su diseño irrepetible. El manto procesional,  encuentra su inspiración – como es sabido – en el que se destruyó en los trágicos sucesos de 1931. La corona de Villareal, que puede verse estos días sobre las sienes de la Virgen, dejará su lugar a la corona de la Coronación – obra de los talleres de Félix Granda –  durante el Jueves Santo.

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El encaje del tocado, una joya del siglo XIX, es una donación de una familia de la cofradía. El pañuelo – regalo de Miguel Gutiérrez Jansen – es de tipo Luxemburgo y tiene su origen en los primeros años del siglo XX.

Entre las joyas históricas de la Virgen, destacamos un año más, el anillo que cediera en su día Antonio Bujalance, pero no en un día cualquiera. La Virgen estaba preparada en su trono de azahar – allá por el difícil año 40 – y carecía de broche, camafeo o alfiler alguno. Entonces, Antonio Bujalance – a la sazón vestidor de la Efigie-  se quitó su anillo y lo prendió del pecho de la Señora. Desde entonces ahí lo lleva la Virgen cada Jueves Santo, junto a un alfiler con el nombre de Esperanza.

El rosario – pieza valiosísima – fue un regalo de un extenso grupo de devotos para el XXV Aniversario de la Coronación Canónica. Estos esperancistas ofrecieron oro y piedras preciosas para una hechura de jade. Está montado en oro, con brillantes y esmeraldas. Las cuentas se engarzan con piezas en forma de azucenas. Como sustitución del Ave María, se introdujo una jarra también con azucenas, como símbolo de la Virgen y escudo de nuestra Catedral. En la misma jarra figura también el escudo de San Juan Pablo Segundo, ya que la Corononación Canónica se realizó bajo su pontificado.

Para los esperancistas no hay mayor belleza que la mirada de nuestra Virgen, pero el equipo que se encarga de su atavío es capaz de encontrar resquicios para resaltar aún más su hermosura.

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Twitter @pasoyesperanza

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