Ayer nuestro Vicario General Ilmo. Monseñor D. José A. Sánchez Herrera nos habló en su homilía de la Dulce Mirada del Nazareno del Paso. “…Mira como Dios Habita en las criaturas…” (Ej.75) “… considerando como Dios nuestro Señor me mira…” (Ej. 75) Esta propuesta Ignaciana la podemos meditar contemplando como Jesús mira a sus discípulos: descubrimos así el modo cómo Dios nos mira a nosotros. Una mirada de la que ha nacido una llamada que nos ha cambiado la vida. Para sus discípulos Jesús tiene unas miradas “especiales”… ¿Cuál de esas miradas es la que en este momento necesito sentir o me ayuda más?
1. “… vio a un publicano llamado Levi…” ( Lucas 5, 27-32) Es la primera mirada, una mirada que cambia la vida: “dejándolo todo se levantó y le siguió”. Una mirada sorprendente para Levi e incomprensible hasta el escandalo para muchos de sus contemporáneos. Porque es una mirada de pura misericordia: “no he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores”. Hay miradas que cambian la vida. ¿Cuándo y cómo sentimos esa mirada? Porque no fue solo al principio: muchas veces la hemos sentido. Y necesitamos sentirla de nuevo para “levantarnos” de tantos acomodos, instalaciones, seguridades, afectos desordenados, miedos… que nos impiden seguirle de cerca, que nos distraen de su seguimiento…
2. “Él, dirigiendo la mirada a sus discípulos, dijo: bienaventurado los pobres…” ( Lucas 6, 17-49) Las bienaventuranzas nacen de una doble mirada: una mirada de cariño a sus discípulos y una mirada de compasión hacia la muchedumbre: “había allí… una gran muchedumbre… que habían venido para oírle y ser curados de sus dolencias…”. En esa doble mirada nace el programa de vida que son las bienaventuranzas y todo el sermón que les sigue: “… el sermón que Cristo nuestro Señor hace a todos sus siervos y amigos” (Ej. 146). Es lo que San Ignacio de Loyola llama “la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán” (Ej. 139). Son criterios de vida dichos desde el amor: la pobreza, la humildad, la entrega, la gratitud en el amor, la misericordia… Es bueno oírlo una vez más y ver si esos criterios son la base de nuestras actuaciones correctas: “…quien escucha mis palabras y las pone en práctica… puso los cimientos sobre roca”
3. “ El Señor se volvió y miro a San Pedro” ( Lucas 22 54-62) Es la mirada tras la negación, tras tres negaciones. Y no es una mirada fulminante, de reproche o de castigo: es una mirada de acogida y de perdón. “Se volvió”: tampoco es una mirada casual, sino intencionada, buscada: Jesús Nazareno no quiere dejar a Pedro hundiéndose en su culpa. Las lágrimas de Pedro tras esa mirada son “lágrimas motivas a amor de su Señor” (Ej. 316). En muchos momentos de nuestra vida necesitamos sentir esa mirada compasiva y de perdón, no importa cuales y cuantas sean nuestras negaciones.
Sentir esa mirada, como bien dice San Ignacio de Loyola, nos mueve a mayor amor de nuestro Señor. ¿Hay en este momento de nuestra vida alguna/s negación/es que estén necesitadas de la mirada misericordiosa del Nazareno del Paso?