Crónica de la Coronación Canónica de María Santísima de la Esperanza

Y parece que fue ayer cuando María Santísima de la Esperanza navegó para ser coronada en la plaza en la que el Dulce Nazareno bendice desde hace siglos al pueblo de Málaga. Los sones de Mozart y Haendel acompañaron la ceremonia de otros tiempos y profundamente actualísima en la voluntad del pueblo.

La Coronación Canónica de la Virgen más antigua de la Semana Santa, la que concentra el amor mariano por excelencia, la primera concedida por la autoridad eclesiástica, tuvo un extenso programa previo que demostró la vida de la Hermandad, su ingente vitalidad.

Un libro excelente donde se hace historia de siglos, una magna exposición del patrimonio de la Archicofradía, el magnífico pregón de José Ruiz Sánchez en el Teatro Cervantes.

Y lo más importante, lo extraordinario, la nueva iglesia, actualmente Basílica.

La pesadilla de una carretera que nos dejaba sin capilla en Santo Domingo nos obligó a buscar nueva sede. No fue nada fácil; al contrario, por razones prácticas y por profundos motivos sentimentales, razones del corazón. Desde el siglo XVI el Dulce Nazareno recibía culto en el convento dominicano; allí estaban los restos de los hermanos y, desde 1641, la Esperanza. Más que devenir cofrade, historia de Málaga. Como se pregunta Clarín en La Regenta, ¿Cambiar? No quedaba más remedio.

En tiempos de Carlos Gómez y Vicente Caffarena se había comprado el solar y se había construido el Museo y la Casa-Hermandad. Manuel Narváez tuvo el valor de iniciar y llevar a término el proyecto de la iglesia. Una empresa con la locura de las cosas importantes. Desde este momento hay que hablar de una nueva etapa en la secular historia de la corporación. Carlos Ismael Álvarez completó con un nuevo edificio el imponente complejo y no faltan proyectos de futuro. La iglesia fue la gran obra y el gran regalo.

Además el pueblo quiso, en su libérrima voluntad, ofrecer a la Virgen la corona de oro de sus devociones, de sus amores. Siempre hay quien quiere aguar la fiesta, pero como en el soneto de Cervantes, fuese y no hubo nada; tan sólo su propio ridículo.

Un tema que se planteó a la Junta fue dónde hacer la ceremonia. El lugar tenía que ser amplio: la plaza de la Constitución donde estuvo durante siglos el Ayuntamiento cuyos regidores llevaban las andas de la Virgen fue el lugar elegido. Los archicofrades se metieron a ingenieros y escenógrafos. Se decidió que el trono de la Virgen sería el retablo del altar efímero. La plaza se hizo templo y en el más puro estilo barroco de las formas exageradas un grandioso dosel de terciopelo verde con el escudo en la parte superior cubrió las fachadas, plataformas móviles cerrarían el ámbito. Sin exageración, lo nunca visto, apoteósico como decían nuestros antecesores que disfrutaron de lo lindo desde sus palcos celestes. 

Ya estaba acabado el altar y situados el clero y los padrinos. La Agrupación de Cofradías que entregó su Medalla de Oro y el salvador de la Esperanza, Sánchez Segarra. La tarde tenía un azul intenso. En el salón de tronos sudábamos de lo lindo. 

Íbamos poniendo la medalla de la Coronación a los guiones de todas las cofradías hermanas.

La Banda atacó la marcha compuesta por Artola. El trono inició su singular singladura y la Esperanza, sin corona, se abrió paso en el mar de su pueblo. Hacía más de cuarenta años que la Virgen de Málaga anduvo por sus calles con una sencilla mantilla sobre su belleza única, tampoco llevaba corona y fue una marcha triunfal que no necesitó a Rubén Darío para que la escribiera. 

El Nuncio del Papa depositó la corona en las sienes purísimas. Ya sabemos que a la Esperanza no se le aplica el adjetivo coronada por innecesario y, en su caso, redundante. Ya estaba coronada en todos los corazones pero, sin embargo, la emoción fue intensísima.

Comprendí la esencia del Barroco de un golpe, entendí el valor supremo de la forma, el gusto por lo sensible por encima de todas las cosas. Las columnas de incienso se elevaron como en la antigua Roma y la Misa de la Coronación fue una plegaria.

Los aplausos y los vivas se elevaron y la vida inició una danza ritual de alegría y fertilidad, de romero y de belleza.

Con la naturalidad de las grandes ocasiones el trono inició su regreso a la iglesia, sin marcharse sin partir nunca del todo, sin camino, sin tiempo…Y parece que fue ayer.

Antonio M. Garrido Moraga

La Virgen de la Esperanza se dirige a la plaza de la Constitución en la procesión de ida
La Virgen de la Esperanza se dirige a la plaza de la Constitución en la procesión de ida
Pontifical de Coronación
Pontifical de Coronación
Triduo de Coronación a María Santísima de la Esperanza
Triduo de Coronación a María Santísima de la Esperanza
Presentación del Cartel de Coronación
Presentación del Cartel de Coronación
Cartel Coronación Canónica 1988
Cartel Coronación Canónica 1988

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