CARTA DEL DIRECTOR ESPIRITUAL EN EL ANUARIO 2016

Queridos hermanos:

Quisiera en primer lugar expresar y dar las gracias a toda la Archicofradía por la acogida que me habéis brindado como rector de la Basílica y director espiritual, y almismo tiempo aprovechar esta ocasión para ponerme de nuevo a vuestra disposición en todo aquello que pueda ser de utilidad. Nos encontramos ya inmersos en el curso pastoral, a las puertas de comenzar un nuevo año litúrgico que se inaugura con el tiempo de Adviento, tiempo de Esperanza. Este tiempo, especialmente mariano, nos prepara para celebrar con autenticidad el misterio del nacimiento de nuestro Señor y Redentor.
Además, es en estas fechas cuando celebraremos las fiestas de nuestros Sagrados Titulares. Por eso todos nosotros, como discípulos del Nazareno del Paso, nos encontramos con la responsabilidad de aprovechar este tiempo que se nos ofrece y regala, para crecer en amor a Dios y a nuestro prójimo. Un tiempo propicio para fortalecer y avivar nuestra devoción a María Santísima de la Esperanza, imitando sus virtudes, para que este nuevo año litúrgico y estas celebraciones que se acercan sean un momento de encuentro fuerte y profundo con el Señor de la Vida, que abrazó la Cruz por cada uno de nosotros en su camino al Calvario.carta-rector
El Adviento es un tiempo privilegiado para ponernos en la presencia del Señor, y a la luz de su Evangelio responder a la llamada apremiante a ser sus testigos en medio de nuestro mundo. Como cada año, este tiempo nos invita a revisar nuestra vida, a preparar el camino al Señor, el Paso de Cristo por nuestro corazón, que nos sale al encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento. Por eso hemos de revitalizar y reforzar
los cauces de encuentro con el Señor:

Cuidando la oración, donde nos encontramos personalmente con Cristo y dialogamos con Él. Hemos de intensificar ese trato “de amistad estando a solas muchas veces con quien sabemos nos ama” como dice Santa Teresa de Jesús; buscando momentos de encuentro con el Señor ante el Sagrario, en casa y en los distintos ámbitos de nuestra Archicofradía. Que nos pase un solo día sin que meditemos el Evangelio, para que sea celebrando vivamente la Eucaristía del domingo, fuente y cumbre de nuestra vida cristiana, donde los cristianos somos congregados como familia de Dios entorno a la mesa de la Palabra y del Pan de Vida: Jesucristo.

Hemos de redescubrir cada día la presencia viva y real de Jesucristo en la Eucaristía. Cristo es la fuerza del cristiano y la fuerza de la Iglesia; Él nos alimenta y nos fortalece cada vez que comulgamos, y nos invita, a cada uno desde nuestro puesto, a trabajar incansablemente por Él, como cofrades que somos.
Celebrando el sacramento de la Confesión, donde el Señor sale a nuestro encuentro, cura nuestras heridas, nos perdona y nos da su gracia para seguir caminando. Aprovechemos este tiempo de Adviento para revisar nuestra vida a la luz del Evangelio y ponernos ante el Señor en el sacramento de la Penitencia, reconociéndonos pecadores, necesitados de su perdón y de su gracia para seguir caminando. El adviento nos llama a
redescubrir la necesidad de la confesión frecuente en nuestras vidas, revisando como vivimos y celebramos este regalo que el Señor nos hace. Como nos decía el Papa Francisco en su primer ángelus en la plaza de San Pedro: “Dios no se cansa nunca de perdonar; somos nosotros los que, a veces, nos cansamos de pedir perdón. Y no tenemos que cansarnos nunca, nunca. Él es el Padre amoroso que perdona siempre y cuyo corazón está lleno de misericordia para todos nosotros”.

Viviendo el Mandamiento Nuevo que nos entregó el Señor, con el que nos recuerda que debemos amarnos unos a otros como Él nos amó; que hemos de salir de nosotros mismos y mirar a nuestro alrededor para descubrir el rostro de Cristo en nuestros hermanos, especialmente en los que sufren, que necesitan de nuestra comprensión, ayuda, perdón, escucha, tiempo y ayuda material. No podemos volver el rostro ante el hermano que sufre y nos interpela, porque en él está Cristo que sale a nuestro encuentro.

Que María Santísima de la Esperanza, Madre de nuestro Señor y de toda la Iglesia, nos ayude y nos acompañe a todos en este nuevo año litúrgico, y cogidos de su mano maternal broten abundantes frutos de santidad en nuestras vidas y en la de nuestra Archicofradía. Con el deseo de un fructífero año litúrgico, recibid un fraternal saludo y mi oración,
Reverendo padre
don Antonio Jesús Coronado Morón

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